Los datos son escalofriantes desde el punto de vista del negocio y muy duros desde el punto de vista humano del empleo. Y más allá de ello, basta con recordar que allí donde hay comercio –y hostelería, otro ámbito fundamental de nuestro modelo de convivencia social– hay vida. La ausencia de uno y otra, y este año de pandemia de coronavirus ha sido un ejemplo real, no una distopía literaria, obliga a imaginar qué sería de nuestras ciudades y pueblos si no hubiera tiendas a pie de calle ni bajeras ocupadas con sus luces y escaparates.